Parecía un gran felpudo, o una enorme madeja de lana negra. Apenas si se movía. No muchos pensamientos pasaban por esa mente desesperada. Hacía ya unas cuantas horas que estaba allí, en un rinconcito oscuro de una casa que no le pertenecía, que nunca había visto ni respirado. Ahora lo hacía, con un gran esfuerzo. Veía apenas sombras que pasaban de un lado a otro, que se le acercaban. Sentía de vez en cuando sobre su cabeza una caricia y algún murmullo que no alcanzaba a entender. No quería pensar en lo que había pasado horas antes, en el parque, cuando sintió en su piel un estremecimiento que nunca había sentido, cuando percibió un aroma desconocido: riquísimo, dulcísimo, afrodisíaco e irresistible. Qué emoción enorme sintió cuando la vio por primera vez... Pero no quería pensar en lo que ya había pasado. En ella tampoco. Ahora tenía ganas de pensar en cosas más importantes y urgentes. No quería estar más en esa casa desconocida y fría. Quería estar en su casa, calentito, con su gente, con su familia. ¿Dónde están ahora? ¿Por qué no vienen a buscarme? Sentía cada vez más frío y nadie le ponía una manta encima. ¿No me ven temblar? Otra caricia y otro murmullo. El amor es a veces traicionero. ¿Por qué será tan complicado amar? Sintió que le pasaron un trapo húmedo y frío por la panza y sintió un ardor que lo manifestó con un reflejo imperceptible. Estaba débil y ansioso. Quería ver bien pero no podía. Poco a poco iba sintiendo que ya no le quedaba nada por hacer. Solo quería que vengan a verlo... No le faltaba paciencia. Una sombra enorme se le acercó y le frotó suavemente un algodón húmedo sobre su nalga. Olor fuerte. Y un pinchazo. Ni siquiera gimió. Le dolió, pero no tenía ganas de gastar fuerzas en pequeñeces. Tenía que guardarlas, tenía que ser fuerte y esperar que lo vengan a buscar. ¿Es que no sabrán que estoy acá? Un sonido agudo lo sobresaltó. Una sombra pasó a su lado casi corriendo. Escuchó murmullos y le pareció ahora entender un poco más. Reconoció una voz. Lentamente, otra sombra, que se hacía cada vez más perceptible a su vista, se le acercó. Y escuchó una palabra que hacía horas estaba esperando escuchar: su nombre.
-Júpiter... -dijo una voz triste y dulce.
Comenzó a escuchar un poco mejor. Los murmullos se iban convirtiendo en palabra sueltas que ahora sí entendía. Unos perros enormes... y más murmullos. Era una perra..., pensó él mientras el murmullo lo contradecía. Como cinco... lo agarraron entre todos..., escuchaba. Era una perra hermosa..., siguió pensando. El veterinario... y murmullos.
Abrió los ojos lo más que pudo. Lo hizo con dificultad pero pudo hacerlo al fin. De reojo miró hacia arriba y la nebulosa se le fue aclarando de a poco hasta reconocer la cara llorosa de Pedro que lo miraba y le acariciaba suavemente su cabeza. Por fin lo habían ido a buscar. No alcanzó a cerrar los ojos. Un rápido estremecimiento fue el principio de su eternidad.
-Júpiter... -dijo una voz triste y dulce.
Comenzó a escuchar un poco mejor. Los murmullos se iban convirtiendo en palabra sueltas que ahora sí entendía. Unos perros enormes... y más murmullos. Era una perra..., pensó él mientras el murmullo lo contradecía. Como cinco... lo agarraron entre todos..., escuchaba. Era una perra hermosa..., siguió pensando. El veterinario... y murmullos.
Abrió los ojos lo más que pudo. Lo hizo con dificultad pero pudo hacerlo al fin. De reojo miró hacia arriba y la nebulosa se le fue aclarando de a poco hasta reconocer la cara llorosa de Pedro que lo miraba y le acariciaba suavemente su cabeza. Por fin lo habían ido a buscar. No alcanzó a cerrar los ojos. Un rápido estremecimiento fue el principio de su eternidad.
Muy bueno, Sergio.
ResponderEliminarUn abrazo,
Alejandro.
Gracias, Alejandro. Un abrazo
ResponderEliminarÉstas son maneras de contar...
ResponderEliminarTe felicito
Un enorme beso
creo que todavia no me puedo sacar la culpa por la partida de Jupiter... me hizo llorar
ResponderEliminartodos tenemos un júpiter en el ropero....y amigos crueles que no entienden
ResponderEliminarFabio
Pasa, Fabio, que las emociones son muy nuestras y si los otros no la comparten o directamente no la sienten, sonamos... Pero es normal. Recuerdo cuando Glez me preguntaba, a propósito y con tono burlesco, por Júpiter después de muerto. Crueldad que sufrió antes él cuando le preguntábamos por su perro (¿cómo se llamaba?) que se le había muerto. ¿Te acordás? Todos fuimos medio perversos alguna vez...
ResponderEliminarQue hermoso Fideo (o Sergio ahora que crecimos y sos famoso...) me encantó y me llenó de alegría haber leido lgo tuyo. Un bs a todos..
ResponderEliminarAdriana Rattalino
¡Qué linda sorpresa, Adriana! Gracias por pasar y por tus palabras. Sigo siendo Fideo, como antaño. Y no crecimos, solo nos alejamos un poco de aquellos años en que nos conocimos... Lindo tener noticias tuyas. Beso (y otro a Viti, para que no se ponga celoso)
ResponderEliminarsi claro fideo, yo creo que la crueldad de niños que a veces mantenemos es una suerte de protección y cabala contra todo lo malo que nos puede pasar (nos pasa), el perro de glez, era willy, y el mío camilo, y así sucecesivamente... el pinguino por primera vez tiene un perro, está fascinado (pero todavía no se le muere, no lo podemos cargar ¡¡)
ResponderEliminarfabio