—¡Aurora! ¡Traeme un lapi y un papel, por favor!
Saúl yace en la cama desde hace varios años. El accidente lo dejó inmóvil de la cintura para abajo. Su cama y su silla de ruedas son su único hábitat. Le duele la espalda y sus quejas son constantes.
—¡Aurora! ¡¿Me escuchá?!
—¡Sí, voy! ¿Qué queré?
—Quiero escribir algo… algo que quiero que quede para después de que yo estire la pata…
—¡Ja! ¿El testamento? A mí dejame el mate y la bombilla, esa de alpaca, que es lo único valioso que tené… ¿Y desde cuándo sabé escribir vo?
—¡Algo sé, che! Para que lo sepa, tengo quinto grado terminado. Dale, traeme un lapi y un papel…
Toma el lápiz para escribir pero no recuerda muy bien cómo hacerlo. Treinta años trabajando como foguista no le permitieron ejercitar la escritura demasiadas veces. Mira el techo. Las chapas muestran su progresivo deterioro. Las moscas no lo dejan tranquilo.
—¡Aurora! Traeme una rama de paraíso…
Mucho tiempo travaje de fueguista asta que el lomo no aguantó mas y me cai, me ice pelota. Fue ese acidente el que me iso quedar aca, todo postrado. Mis piernas nunca volbieron a vivir. Siempre acia lo mismo, siempre. Yo era el que avivava el orno, le daba el fuego que necesitaba, todo con mis brasos, sí, con estos brasos que con el tiempo se fueron quedando sin pelos por la fuerte calor. ¡Caracho! Era imposible asercarse mucho tiempo seguido al fuego… —¡Aurora! ¡La rama!
Yo travaje mas de doce oras por dia. Todos los dias travajaba doce oras por dia o mas. Y siempre vivi asi, en esta miseria. Nunca tube mas que este rancho pulgoso echo con mis propias manos. ¡Aaa!, pero mio… Nadie va a benir a sacarme de aca, del rancho de la familia, de la Aurora y de mis sei chango. Lo que ganava apena me alcansava para darle de comer. No. No fue felis la vida. —Tomá, Saúl. Y dejá de hinchar por un rato…
—Esperá, ayudá a levantarme un poquito… Así… La almuada un poquito ma arriba… Así… Así está bien. Gracia.
Siempre nos explotaron. Nunca fuimo ombres. Nos basurearon. Los que trabajávamo en el cecadero nunca pudimo abrir la jeta para defender nuestros derechos. No tubimo nunca una organización sindical. ¡Qué íbamo a tener! Al que insinuava ser un poco re… —¡Aurora! ¿Rebelde es con be alta?
—¡Qué sé yo…!
—Y bue… lo pongo así.
…belde, lo rajavan. ¡Ai, ai! No nos dejaban hablar, ni comer juntos nos dejavan. El dia que el viejo Velasque se cayo redondito porque se le paro el bobo, todo muerto, se hicieron los estupido los del cecadero. A la viuda solo le dieron el pesame y nada má. ¡Desgraciados! Ni siquiera lo que havia travajado el ultimo mes le pagaron.
—Saúl, ¿queré mate?
—Bueno, pero amargo, por favor. No ese almíbar que tomá vo.
—Pa amarga ta la vida, dicen…
—Con azúca no la vai a mejorar…
Siempre ice trabajos duros, porque siempre fui juerte, pero este, como fueguista, fue el pior. Si el acidente no me uviese paralisado, igualmente ora taría tirado, fuera de servisio, por el desgaste. Ni ambre me daba en esa doce oras manejando la pala. Tenía que tomar mucha agua. En el verano se acia imposible, pero…
—Tomá, Saúl. Decime si le falta.
—No, ta güeno, bien calentito. Pero no me interrumpá.
—¿Qué caracho tai escriviendo?
—¡Shhhhh!
En el cecadero nunca se descansaba, pasara lo que pasara. Nunca. Mientras abia yerba, abia que cecarla. No le tengo miedo a la muerte. Que le voy a tener miedo si eso era el mismisimo infierno… —Dame otro mate, Aurora… ¿Pa qué mierda escribo esto?
—Si no sabé vo… Tomá.
—Ya está frío… ¡La pucha!
—¿Qué te pasa? ¿Por qué chiyás? ¿Por qué rompé el papel?
—Porque quería escribir una… ¡¿Pa qué?! No va a servir de nada…
Saúl yace en la cama desde hace varios años. El accidente lo dejó inmóvil de la cintura para abajo. Su cama y su silla de ruedas son su único hábitat. Le duele la espalda y sus quejas son constantes.
—¡Aurora! ¡¿Me escuchá?!
—¡Sí, voy! ¿Qué queré?
—Quiero escribir algo… algo que quiero que quede para después de que yo estire la pata…
—¡Ja! ¿El testamento? A mí dejame el mate y la bombilla, esa de alpaca, que es lo único valioso que tené… ¿Y desde cuándo sabé escribir vo?
—¡Algo sé, che! Para que lo sepa, tengo quinto grado terminado. Dale, traeme un lapi y un papel…
Toma el lápiz para escribir pero no recuerda muy bien cómo hacerlo. Treinta años trabajando como foguista no le permitieron ejercitar la escritura demasiadas veces. Mira el techo. Las chapas muestran su progresivo deterioro. Las moscas no lo dejan tranquilo.
—¡Aurora! Traeme una rama de paraíso…
Mucho tiempo travaje de fueguista asta que el lomo no aguantó mas y me cai, me ice pelota. Fue ese acidente el que me iso quedar aca, todo postrado. Mis piernas nunca volbieron a vivir. Siempre acia lo mismo, siempre. Yo era el que avivava el orno, le daba el fuego que necesitaba, todo con mis brasos, sí, con estos brasos que con el tiempo se fueron quedando sin pelos por la fuerte calor. ¡Caracho! Era imposible asercarse mucho tiempo seguido al fuego… —¡Aurora! ¡La rama!
Yo travaje mas de doce oras por dia. Todos los dias travajaba doce oras por dia o mas. Y siempre vivi asi, en esta miseria. Nunca tube mas que este rancho pulgoso echo con mis propias manos. ¡Aaa!, pero mio… Nadie va a benir a sacarme de aca, del rancho de la familia, de la Aurora y de mis sei chango. Lo que ganava apena me alcansava para darle de comer. No. No fue felis la vida. —Tomá, Saúl. Y dejá de hinchar por un rato…
—Esperá, ayudá a levantarme un poquito… Así… La almuada un poquito ma arriba… Así… Así está bien. Gracia.
Siempre nos explotaron. Nunca fuimo ombres. Nos basurearon. Los que trabajávamo en el cecadero nunca pudimo abrir la jeta para defender nuestros derechos. No tubimo nunca una organización sindical. ¡Qué íbamo a tener! Al que insinuava ser un poco re… —¡Aurora! ¿Rebelde es con be alta?
—¡Qué sé yo…!
—Y bue… lo pongo así.
…belde, lo rajavan. ¡Ai, ai! No nos dejaban hablar, ni comer juntos nos dejavan. El dia que el viejo Velasque se cayo redondito porque se le paro el bobo, todo muerto, se hicieron los estupido los del cecadero. A la viuda solo le dieron el pesame y nada má. ¡Desgraciados! Ni siquiera lo que havia travajado el ultimo mes le pagaron.
—Saúl, ¿queré mate?
—Bueno, pero amargo, por favor. No ese almíbar que tomá vo.
—Pa amarga ta la vida, dicen…
—Con azúca no la vai a mejorar…
Siempre ice trabajos duros, porque siempre fui juerte, pero este, como fueguista, fue el pior. Si el acidente no me uviese paralisado, igualmente ora taría tirado, fuera de servisio, por el desgaste. Ni ambre me daba en esa doce oras manejando la pala. Tenía que tomar mucha agua. En el verano se acia imposible, pero…
—Tomá, Saúl. Decime si le falta.
—No, ta güeno, bien calentito. Pero no me interrumpá.
—¿Qué caracho tai escriviendo?
—¡Shhhhh!
En el cecadero nunca se descansaba, pasara lo que pasara. Nunca. Mientras abia yerba, abia que cecarla. No le tengo miedo a la muerte. Que le voy a tener miedo si eso era el mismisimo infierno… —Dame otro mate, Aurora… ¿Pa qué mierda escribo esto?
—Si no sabé vo… Tomá.
—Ya está frío… ¡La pucha!
—¿Qué te pasa? ¿Por qué chiyás? ¿Por qué rompé el papel?
—Porque quería escribir una… ¡¿Pa qué?! No va a servir de nada…
Yo creo que sí hubiera servido... Maldito prejuicio que hace que desechemos cosas que consideramos una mierda y son muy valiosas.
ResponderEliminarBuena forma de contar, Felis, y de acercarnos a esa realidad que al menos yo desconocía.
ResponderEliminarUn saludo,
Ale.
LeaN: ¡Claro que hubiese servido! El texto no tiene otro objetivo que ese: demostrar que si no hablamos, si no decimos, si no "somos", nadie se enterará de las cosas que pasan, El "No va a servir de nada" es derrotista, es como decir "¿Para qué te metés?". Está bueno que te haya dado bronca. Un abrazo.
ResponderEliminarAlejandro: Gracias por pasar siempre. La realidad muchas veces no la vemos pero está, ¿no? Escribí este texto hace muchos años (1988), luego de leer en una de las entrañables revistas "CRISIS" un informe sobre la explotación humana en los yerbatales misioneros. Estoy sacando a la luz viejos escritos... Te mando un abrazo.
Felis:
ResponderEliminarMuy bueno el texto! Trata en cierta forma, aunque contado de forma más didáctica, el fetichismo de la mercancía del que habla Marx. La mercancía como objeto enigmático, que oculta el coste social que tiene su producción. En este materialismo en que nos hallamos actualmente, quienes adquirimos mercancías no nos preguntamos quien habrá sido el tipo que se rompió el lomo para hacerla, como lo habrán explotado, y las penurias que habrá pasado para crear nuestra mercancía.
Actualmente, entre otras cosas, estoy leyendo La Filosofía y el Barro de la Historia, de José Pablo Feinmann. En el capítulo que trata el fetichismo de la mercancía, para hacer más gráfico el tema, comenta sobre un dibujo de Rep que salió poco antes de que comience el mundial. Busque el dibujo en Página 12 y en el blog de Miguel Rep, pero no lo encontré, así que transcribo el comentario de Feinmann:
"Pocos días antes del Mundial de Fútbol, Rep hizo el siguiente dibujo: una línea en el medio del cuadro apaisado y, debajo de ella, un montón de bolivianos haciendo trabajo esclavo. ¿Qué hacían, que fabricaban, qué materia prima transformaban en mercancía? Esos esclavos del siglo XXI producían banderas argentinas. ¿Para qué? Para qué los hinchas de fútbol fueran al Mundial de Alemania o festejaran en la patria los triunfos de la Selección Nacional. En la parte superior del cuadro vemos a todos esos hinchas de fútbol agitando las banderitas. Se ven felices, ellos o sus pequeños hijos, haciéndolas flamear: ¡seguro que Argentina ganará este mundial! ¿Alguien se pregunta <>? Nadie: la banderita argentina es una mercancía y, en tanto tal, oculta su relación social de producción. El dibujo de Rep (quién, el sí, venció el hechizo de la mercancía y vio a su través el submundo que la hacía posible) es totalmente funcional a la teoría del fetiche de la mercancía."
Otra cosa: leí su comentario en nuestro espacio, muchas gracias por la participación. Respecto a eso: hoy subimos un nuevo texto, esta vez referido a la religión. Como lo escribí hace un par de años, en algunas cosas he cambiado de parecer y tal vez lo encararía de otra forma, pero a pesar de eso, la idea principal del texto sigue siendo la misma.
http://mapuekun.blogspot.com/2011/05/colonizacion-de-habitaciones.html
Saludos!
A mí me gustan sus palabras, no las abandone pues ellas con usted no lo hacen.
ResponderEliminarLe ánimo a pasarse por mi blog y seguirme si lo desea: http://identidadyciudadania.blogspot.com/
un saludo dessde España
Hola profe tengo una duda con respecto a un cuento de Julio Cortazar, Piso 13, no lo encuentro por ningun lado, queria leerlo porque es muy bueno y queria compartirlo con mi familia. Puede comunicarme el nombre exacto de la obra para poder localizarlo en internet. O sino paseme alguna pagina o sitio donde este opublicado.
ResponderEliminarMuy asombrosa su pagina, verdaderamente hermosa. Siga asi, un beso.
Elisa: no conozco el texto que nombrás. Lo busco y después te cuento... Gracias por entrar por acá
ResponderEliminarAqui comparto un cuento corto que mi hija ha traido de su escuela. Esta muy bueno, sinceramente me guata mucho por eso deseo enviárselo.
ResponderEliminarEL HOMBRE CORCHO
El hombre corcho, el hombre que nunca se hunde, sean cuales sean los acontecimientos turbios en que está mezclado, es el tipo más interesante de la fauna de los pilletes.
Y quizá también el más inteligente y el más peligroso. Porque yo no conozco sujeto más peligroso que ese individuo, que, cuando viene a hablaros de su asunto, os dice:
-Yo salí absuelto de culpa y cargo de ese proceso con la constancia de que ni mi buen nombre ni mi honor quedaban afectados.
Bueno, cuando malandra de esta o de cualquier otra categoría os diga que "su buen nombre y honor no quedan afectados por el proceso", pónganse las manos en los bolsillos y abran bien los ojos, porque si no les ha de pesar más tarde.
Ya en la escuela fue uno de esos alumnos solapados, de sonrisa falsa y aplicación excelente, que cuando se trataba de tirar una piedra se la alcanzaba al compañero.
Siempre fue así, bellaco y tramposo, y simulador como él solo.
Este es el mal individuo, que si frecuentaba nuestras casas convencía a nuestras madres de que él era un santo, y nuestras madres, inexpertas y buenas, nos enloquecían luego con la cantinela:
-Tomá ejemplo de Fulano. Mirá qué buen muchacho es.
Y el buen muchacho era el que le ponía alfileres en el asiento al maestro, pero sin que nadie lo viera; el buen muchacho era el que convencía al maestro de que él era un ejemplo vivo de aplicación, y en los castigos colectivos, en las aventuras en las cuales toda la clase cargaba con el muerto, él se libraba en obsequio a su conducta ejemplar; y este pillete en semilla, este malandrín en flor, por "a", por "b" o por "c", más profundamente inmoral que todos los brutos de la clase juntos, era el único que convencía al bedel o al director de su inocencia y de su bondad.
Corcho desde el aula, continuará siempre flotando; y en los exámenes, aunque sabía menos que los otros, salía bien; en las clases igual, y siempre, siempre sin hundirse, como si su naturaleza física participara de la fofa condición del corcho.
Ya hombre, toda su malicia natural se redondeó, perfeccionándose hasta lo increíble.
En el bien o en el mal, nunca fue bueno; bueno en lo que la palabra significaría platónicamente. La bondad de este hombre siempre queda sintetizada en estas palabras:
"El proceso no afectó ni mi buen nombre ni mi honor". (Continua en el siguiente comentario)
Allí está su bondad, su honor y su honradez. El proceso no "los afectó". Casi, casi podríamos decir que si es bueno, su bondad es de carácter jurídico. Eso mismo. Un excelente individuo, jurídicamente hablando. ¿Y qué más se le puede pedir a un sinvergüenza de esta calaña?
ResponderEliminarLo que ocurrió es que flotó, flotó como el maldito corcho. Allí donde otro pobre diablo se habría hundido para siempre en la cárcel, en el deshonor y la ignominia, el ciudadano Corcho encontró la triquiñuela de la ley, la escapatoria del código, la falta de un procedimiento que anulaba todo lo actuado, la prescripción por negligencia de los curiales, de las aves negras, de los oficiales de justicia y de toda la corte de cuervos lustrosos y temibles. El caso es que se salvó. Se salvó "sin que el proceso afectara su buen nombre ni su honor". Ahora sería interesante establecer si un proceso puede afectar lo que un hombre no tiene.
Donde más ostensibles son las virtudes del ciudadano Corcho es en las "litis" comerciales, en las trapisondas de las reuniones de acreedores, en los conatos de quiebras, en los concordatos, verificaciones de créditos, tomas de razón, y todos esos chanchullos donde los damnificados creen perder la razón, y si no la pierden, pierden la plata, que para ellos es casi lo mismo o peor.
En estos líos, espantosos de turbios y de incomprensibles, es donde el ciudadano Corcho flota en las aguas de la tempestad con la serenidad de un tiburón. ¿Que los acreedores se confabulaban para asesinarlo? Pedirá garantías al ministro y al juez. ¿Que los acreedores quieren cobrarle? Levantará más falsos testimonios que Tartufo y su progenitor ¿Que los falsos acreedores quieren chuparle la sangre? Pues, a pararse, que si allí hay un sujeto con derecho a sanguijuela, es él y nadie más. ¿Que el síndico no se quiere "acomodar"? Pues, a crearle al síndico complicaciones que lo sindicarán como mal síndico.
Y tanto va y viene, y da vueltas, y trama combinaciones, que al fin de cuentas el hombre Corcho los ha embarullado a todos, y no hay Cristo que se entienda. Y el ganancioso, el único ganancioso, es él. Todos los demás ¡van muertos!
Fenómeno singular, caerá, como el gato, siempre de pie. Si es en un asunto criminal, se libra con la condicional; si en un asunto civil, no paga ni el sellado; si en un asunto particular, entonces, ¡qué Dios os libre!
Tremendo, astuto y cauteloso, el hombre Corcho no da paso ni puntada en falso.
Y todo le sale bien. Así como en la escuela pasaba los exámenes aunque no supiera la lección, y en el examen siempre acertó por una bolilla favorable, este sujeto, en la clase de la vida, la acierta igualmente. Si se dedicó al comercio, y el negocio le va mal, siempre encuentra un zonzo a quien endosárselo. Si se produce una quiebra, él es el que, a pesar de la ferocidad de los acreedores, los arregla con un quince por ciento a pagar en la eternidad, cuando pueda o cuando quiera. Y siempre así, falso, amable y terrible, prospera en los bajíos donde se hubiera ido a pique, o encallado, más de una preclara inteligencia.
¿Talento o instinto? ¡Quién lo va a saber!