Salvador Dalí
(Paranoia, 1944)
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Nunca pensé que me haría algo así. Ella siempre fue conmigo una buena mina, pero no tenía derecho a hacerme eso. Él mismo me lo dijo, con una frialdad que me asombró. ¿Cómo podría hablarme así de mi propia novia? Era obvio que dieciséis años atrás las cosas habían sido diferentes. La pasión nos unía y también ese espíritu aventurero que nos llevó a recorrer a dedo todo el país. Hace dieciséis años estábamos muy enamorados y a pesar de que con el tiempo nuestro noviazgo se fue enfriando, yo creía que ella me seguía queriendo como entonces. ¿Por qué este imbécil vino y me lo contó? ¿Qué quiso? ¿Que yo la dejara para que la ganase él? ¡Qué idiota! Justamente a mí me va a patear la mina... Lo miré con una sonrisa irónica y no le dije nada. Al otro día la encaré: era cierto. Ella me dijo lo mismo. Yo ya estaba preparado para eso, así que tomé coraje y la corté ahí mismo.
Esa noche lo invité a tomar una cerveza y, curiosamente, aceptó. Le dije que yo ya no la vería más, que me había defraudado y que le agradecía que me lo haya dicho así, de frente, de hombre a hombre. Él fingió condolencia hacia mí pero en realidad sé que se alegró. Saqué la cuchilla todavía ensangrentada, se la mostré y, aliviado, le dije que a pesar de todo no la olvidaría jamás.
¿Y no te considerás escritor? Insisto: deberías recosiderar el concepto.
ResponderEliminarEstremecedor el cuento. Final de femicidio.
Me quedé pensando.. Quizás el amigo quería que se separen para encararlo a él...
Cariños, Felis.
ah... los amores perros.
ResponderEliminarAlgunas veces es mejor cortar por lo (in)sano...
ResponderEliminarSaludos
J.