jueves, 1 de enero de 2015

MARÍA ESTHER


Acostumbro a analizar con mis alumnos las letras de algunas canciones que me parecen interesantes. La elección primera y ejemplificadora corre por mi cuenta. Elijo canciones en cuyas letras puedo encontrar algún mensaje digno de rescatar: historias atrayentes, pensamientos interesantes o palabras placenteras que nos acercan a la poesía. No me circunscribo a ningún género en especial pero tengo preferencias: rock, tango, folclore. Pero para que el análisis se haga atractivo, no puedo dejar de tener en cuenta a los destinatarios fundamentales del mismo: los alumnos. Ocurre que forman un grupo muy heterogéneo: una franja etaria que abarca de los 18 a los 60 años o más, una realidad socioeconómica de lo más disímil y, por sobre todas las cosas, una carencia generalizada y preocupante de análisis y comprensión de textos. Como es de suponer, ante semejante diversidad humana, mis géneros preferidos son insuficientes y los alumnos lo advierten. ¿Y el cuarteto? ¿Y la cumbia? ¿Y la cumbia villera? Escucho, cierro los ojos, cuento hasta diez y suspiro. No simpatizo con ninguna de las tres propuestas, pero hago el desafío: traigan la canción que quieran y, entre todos, analizamos la letra. ¿Y Arjona?, escucho una tímida voz femenina en el fondo. Vuelvo a cerrar los ojos, cuento ahora hasta doscientos cincuenta, lo que me hace recordar que en mis clases propongo siempre la libertad de expresión, suspiro y contesto: si les gusta…
Las letras de las canciones siempre transmiten un mensaje. Bueno o no, mensaje al fin. Pero, ¿qué es lo que pretende su autor? ¿Qué necesidad sintió en lo más profundo de sus sentimientos para escribir lo que escribió? ¿Siente lo mismo un individuo que escribe/canta “Hoy tu pollera gira al viento, / quiero verte bailar. / Entre la gente quiero verte bailar… / Son tantos tus sueños / que ves el cielo mientras te veo bailar” que otro que escribe/canta: “Laura siempre cuando bailás / a ti se te ve la tanga, / y de lo rápida que sos, / vos te sacás tu tanga, / vos te sacás la bombachita, / y le das para abajo / pa' abajo…”? En mi humilde opinión, los sentimientos no son los mismos.
Si el mensaje de una canción logra conmovernos, hacernos pensar, ponernos melancólicos; si ese texto exalta las condiciones del ser humano y hace disfrutar al oyente placenteramente con su significado, podemos decir que estamos frente a un texto poético, que busca el placer espiritual del receptor. La música acompaña de una manera armoniosa.
Pero hay otras canciones cuya letra no ayuda a otra cosa que no sea arrancar una risa grotesca, sarcástica, que causa un falso bienestar pasajero que se termina ni bien analizamos y comprendemos el verdadero mensaje. Muchas veces la agresión, la burla, la discriminación, la violencia de género, son algunos de los temas que tratan. Si no fuera por la música que invita a mover el cuerpo para disfrutar el momento, su existencia sería un verdadero sinsentido.
Y así me pasó con “María Esther”, de los Pibes Chorros, que utilicé en una de mis clases para ejemplificar lo que sostuve en el párrafo anterior. Lean y díganme si tengo o no razón:

María Esther es una piba
que nació para escoger.
Ella es loca por los burros
pero no hay fija que le venga bien.

A María Esther le gusta escoger.
Todos me dicen que escoge bien.
No me digas que vos no sabés
qué escogedora que es María Esther.

¡Ay, María Esther, pará de escoger!
Ninguna fija te viene bien.
¡Ay, María Esther, pará de escoger!
¿Por qué ninguna fija te viene bien?


Palabras y expresiones tramposas, con doble sentido, que pretenden ser graciosas, que no hacen otra cosa que menoscabar la personalidad y dignidad de María Esther. ¿Y quién es María Esther? Sin lugar a dudas este nombre representa a la mujer en general, no a una en especial. La elección del nombre no es casual: rima perfectamente con el único infinitivo que aparece en el texto y que le da el burdo significado a la canción.
Pero no solamente “María Esther” y “escoger” le dan sentido a la letra de este tema. El burro es un elemento fundamental. El tremendo atributo que poseen los burros en el ideario sexopopular parecería que a María Esther no le viene bien…
Debo reconocer que hice escuchar esta canción a mis alumnos en clase (muchos no la conocían) y la primera reacción que tuvieron fue mover el cuerpo al ritmo de la guitarra/escopeta que pretende ser piano. No sé si los convencí o no con mis argumentos, no era mi verdadera intención. Sí quise que supieran por qué no me simpatizan este tipo de canciones.
A mi conclusión no la dije en voz alta, solo la pensé: "Pibes Chorros, dejen de chorear".

Estuve a punto de insertar el vínculo de Youtube de “María Esther” en esta entrada para que la escuchen y vean, sobre todo quienes no conocen el tema. Pero en mi blog solo comparto videos de canciones que me gustan. Si quieren escucharla y conocerla, búsquenla. Ni siquiera el link me atrevo a brindar.

5 comentarios:

  1. Che, qué bueno como crónica de clase y como ensayo sobre los límites de la interpretación. La risa grotesca y sarcástica (mientras el cuerpo agita más que la letra) tal vez esconda cómo jode que María Esther no pueda parar de escoger aunque el imperativo se lo exija. En una de esas "ella también se cansó de este sol/viene a mojarse los pies a la luna/cuando se cansa de tanto querer/ ella es tan clara que ya no es ninguna".

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    1. Anita querida: gracias por pasar y por tus palabras. Siempren reconfortan...

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  2. Me parece maravilloso el objetivo de tus clases, pero acá voy a hacer una excepción.
    En un pequeño acto de egocentrismo, voy a contestar con un post propio respecto al tema (nótese la fecha de edición): http://www.ssaynomore.blogspot.com.ar/2011/10/la-cumbia-de-los-criticones.html
    Abrazo, Felis!

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    1. Uffff... (suspiro aliviado)... Por un momento pensé: "¿LeaN va a defender la letra de 'María Esther'?".
      Advierta, mi querido amigo LeaN, que si bien acepto y asumo que la cumbia, el cuarteto o la villera no me gustan, en esta entrada no estoy atacando un género sino una letra, como usted dice en su post, "aberrante". Hay cumbias y cuartetos con letras aceptables y, por qué no, hasta "lindas" (sigo hablando de letras, el tema musical es otra cosa. Que a mí no me gusten no quiere decir que sean malos. Además, sobre música sé tanto como sobre ingeniería quimica). Pero no he podido encontrar una villera que transmita un mensaje digno de rescatar (será porque no es la música que escucho con asiduidad...). Gracias por pasar y decir, loco. Siempre valoro tus comentarios Un abrazo

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  3. El mundo se vuelve, por momentos, cada vez más básico, o, al menos, eso aparenta.

    Tengo chicos en el secundario que ignoran que se puede hacer música sin el rallador y sin necesidad de insultar y/o rebajar a nadie. Y cuando se lo explico, no me quieren creer...

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    J.

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