Me cruzó con mirada penetrante, inquisidora, y quiso averiguar:
—¿Es cierto lo que se comenta de vos…?
—No, no es cierto —me apresuré a interrumpir sin vergüenza.
—¡Ja! Ya me parecía… —razonó la joven.
Todavía hoy muero por saber lo que a esos ojos verdes le han dicho de mí.
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