sábado, 12 de febrero de 2011

EL PRECEPTOR


Primer día de clases. El preceptor se dirige al curso, carpeta y birome en mano, para tomar asistencia. Metros antes de llegar al aula escucha un molesto bullicio que, por ser el primer día, no le gusta nada. Se pone serio, saca pecho y piensa en las primeras palabras, duras, que dirigirá a sus alumnos para que no se crean, desde el primer día, que la escuela es una joda. Abre violentamente la puerta y el silencio se hace como por arte de magia… pero algo quedó en suspenso. Un segundo después de haber abierto la puerta y dirigir su mirada amenazante a los alumnos, un pedazo de tiza estalla contra el pizarrón. Increíblemente, no se mueve nadie; nadie habla, todo están sentados como en un liceo militar modelo. La tiza gira en el piso mientras el preceptor termina de ingresar al aula mientras levanta temperatura. Su rostro se endurece un poco más. Durante unos segundos, la quietud en el curso es absoluta. Recuerda cuando años atrás había vivido una situación similar y en ese entonces había tenido la ingenuidad de gritar al curso, y con bronca, ¡quién fue! Obviamente, la respuesta nunca llegó y se había sentido burlado. No había tenido manera de descubrir al culpable y sus palabras de advertencia en aquel momento se las había llevado el viento. Imagina ahora a todos los alumnos riendo por dentro y pensando te jodimos, boludo, por lo que no quiere caer en el mismo error de entonces. Piensa que el autor del disparo tendría al menos que tener en sus manos rastros de polvillo blanco, así como a aquel que dispara un revólver le queda impregnada la pólvora entre sus dedos. Pero no podía ser tan elemental de ponerse a revisar uno por uno. Una buena táctica, pensó, para descubrir al culpable sería amenazar al curso entero con quedarse después de hora hasta que el autor confesara su falta. Eso sí les dolería. Pero sabe también que estaría fomentando la delación entre compañeros. Además, a esa hora lo estaría esperando su esposa para ir al supermercado. Opción descartada. Piensa entonces en preguntarle directamente al flacucho que se sienta en el último banco de la fila del medio: tenía la cara como tomate y no lo miraba. Pero como no lo conocía aún, desconocía si el rojizo de su piel se debía a la vergüenza, al miedo o simplemente al aspecto natural del alumno. No los dejaría salir al recreo, quizás…
La tiza termina de dar sus últimos giros sobre sí misma y los alumnos saben que el preceptor no está de buen humor. Apoya la carpeta sobre el escritorio de los profesores y se para frente al curso. Se acaricia la barba. La tiza yace detrás de él. Observa lentamente a cada uno de los alumnos mientras la birome se agita inquieta entre sus dedos. Suspira lentamente y piensa en aquel día —muchos años atrás— en que una tiza similar a esa había partido desde su mano rumbo al pizarrón de aquel viejo colegio de curas, mientras el profesor de Merceología se esmeraba en explicar el método de obtención de la soda Solvay.
—Buenas tardes.
Le contestaron tímidamente.
—Voy a ser el preceptor del curso durante todo el año y espero que nos llevemos bien. Mi nombre es… —y sigue con la presentación habitual de todos los primeros días de clases de todos los años.

lunes, 7 de febrero de 2011

PARA LAS CENIZAS DE SERAFÍN



Mi niñez se fue a bordo de un barquito azul
dejándome solo en este mundo de hombres,

llevo en mi maleta a mi payaso Serafín

y un atado de cigarrillos.

.Busco algún trabajo donde se pueda jugar

a ser bueno como siempre me enseñó papá,

pero me dijeron que así a nada iba a llegar,

que debía ser un adulto.

.Tengo miedo pero debo comenzar

a olvidarme de mi alegría

y ser igual que los demás.

.Necesito a alquien que reemplace a mi mamá

que me haga la sopa y me enseñe a caminar

y también me ayude a encontrar a la verdad

porque está jugando a la escondida.

.
Debo despertar, ya no me puedo engañar más,

aunque no me gusten esos hombres que se matan por matar,

pues ya formo parte de esta triste sociedad

aunque tengo ganas de escapar.

.
Mi maleta se quemó con Serafín,

ya soy todo un hombre,

soy igual que los demás.

.Disco: Realidad

Letra: Pedro Conde

Música: Pedro Conde



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Dice Pedro Conde: "Serafín era un personaje de cuentos franceses que con solamente su sueter y un hamster que era su amigo, inventaba y construía máquinas y artefactos maravillosos. Me pareció interesante meterlo en la misma maleta donde llevaba los cigarrillos y todo el vacío de aquel momento que la vida iría llenando como hace siempre. Lo del trabajo fue inutil. Lo del miedo fue superado. Lo de la alegría no pudo ser. No pude adaptarme.
Contar la historia de estas canciones es una forma de reconciliarme con quienes no tienen culpa en eso del éxito y el fracaso que hoy ya se que responden a otras circunstancias. Gracias, Serafín".


Escuchá la canción haciendo click acá.



jueves, 3 de febrero de 2011

PREGUNTAS SOBRE EL MAR

Día gris en Villa Gesell
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¿Por qué no ataca el tiburón a las impávidas sirenas?

¿Dónde está el centro del mar? ¿Por qué no van allí las olas?

Cuando veo de nuevo el mar, el mar ¿me ha visto o no me ha visto?

¿Quién puede convencer al mar para que sea razonable?

Si todos los ríos son dulces, ¿de dónde saca sal el mar?

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(del "Libro de las preguntas", de Pablo Neruda)