jueves, 21 de abril de 2011

DEMASIADOS LIBROS PARA DEPARTAMENTO CHICO



No fue fácil para F. tomar la decisión. Pero no iba a dejar que se los llevaran los del banco. Fueron muchos años de vida y de lecturas. Los libros siempre fueron para él no solo una grata compañía sino también su alimento. Y verlos ahí, contra la pared, cada vez más numerosos, en esa biblioteca imponente que llegaba hasta el techo, alegraba sus días. Ellos no lo liberaban de su soledad pero lo ayudaban a que no fuese tan dura. La infinidad de mundos por los que F. había viajado adentro de la casona paterna, sin duda, habían ayudado a su crecimiento. Su vasto conocimiento era envidiable. Y el contenido de su biblioteca, también. Pero cuando el banco se cansó de esperar, no tuvo otra opción. No estuvo presente en el remate, pero había solicitado expresamente a la justicia que la biblioteca y su contenido no fueran incluidos en el mismo. Debió mudarse a un monoambiente, el dinero obtenido no había alcanzado para más. Y las escasas paredes no daban abasto para albergar su más preciado tesoro. Una vieja edición del Quijote fue la única que ingresó al departamento. Donó el resto. Sintió que esos mundos imaginarios por los que había viajado desde siempre se borraban de su mente poco a poco con el paso de los días. Pero no advirtió que a su vez era su existencia la que perdía sentido. F. se aferró a don Quijote, el único que lo ayudó a sobrevivir la cuenta regresiva.

domingo, 3 de abril de 2011

Y ME DICEN... (1984)


Roger Dean - Demons and Wizzards Wallpaper

Y me dicen que las cosas no son como yo las veo sino como ellos las ven. ¿Y quiénes son ellos que creen ver mejor que yo? No me dejan ver lo que yo quiero que exista... ¡Si ellos ni siquiera creen en lo que tienen frente a sus ojos! Cuando voy caminando y saltando entre las nubes, los veo allá abajo, caminando con prisa, con caras largas y encorvados. Yo salto de nube en nube y sonrío. ¿De qué te reís? Me miran con odio, con envidia y sigo sonriendo y saltando. Me retan cuando hablo de libertad. La libertad no existe. Sí, existe. Está acá. Y les señalo mi cabeza, mi cerebro, mi mente, mi conciencia. Yo soy libre y lo grito a viva voz. El golpe me hace caer pero solo me duele la cabeza, no afecta mis pensamientos. Al contrario, el golpe no me duele, me alivia. Escucho una canción. Habla el loco con un ave y lloran juntos al despedirse. Los hombres nunca lloran al despedirse después de hablar cinco minutos de cosas importantes. ¿Hablarán alguna vez de cosas importantes los hombres? Yo soy un hombre y cuando hablo me amordazan. Pero no puedo callarme. Nunca hablé con un ave. Pero sí muchas veces vuelo con ellas. Tantas veces volé con ellas que ya no sé cuántas. No hablamos. El silencio comunica a las aves al volar y yo me sumo a su código. Y es como si nos sintiéramos uno dentro del otro. No sé si en este mundo existen los amigos. Cuando digo las cosas que pasan por mi mente se ríen de mí, me gastan bromas. Y yo divago pensando en mundos que solo existen en mi cabeza. Ellos me agarran y me atan las manos, me clavan los pies a la tierra, vendan mis ojos muy fuerte y dejan mi boca amordazada. A veces, cuando miro el cielo queriendo tocar las estrellas con mis manos, las elevo, señalo, y alguien coloca una argolla en mi dedo. Las sonrisas me dan vueltas pero las carcajadas me desagradan. ¿Qué mejor que una sonrisa adornando un rostro y no una carcajada festejando una broma pesada? Sí, tenemos que reírnos, pero de nosotros mismos; reírnos de nuestras ocurrencias, de nuestros pensamientos. Tampoco me dejan caminar por las paredes ni hacerlo con las manos. Pero yo me escapo, no puedo soportar estar encerrado en una mente cuadrada y limitada. Cuando no quiero estar donde realmente estoy, me voy. Es muy fácil. Basta con cerrar los ojos o perder la vista en la nada y viajar, hacer proyectos, vivir sin trabas, escuchar lo que uno quiere, hablar con quien uno quiera, inventar historias, pensar en ideas imposibles, volar... Un cigarrillo, unas copas de vino, soledad... y nada más. Un perro me mueve la cola y con solo una sonrisa me comunico con él. No necesito acariciarlo. Él comprende mi mirada, mi sonrisa, y me sigue. Después me abandona, pero sabemos que la vida es así, aunque de la vida no sepamos nada... ni de la muerte. Todo pasa y todo queda. Me dijeron que era inocente. Mi inocencia me permite ver todavía en los ojos ajenos el dolor o la alegría, me permite saber que bajo el sobretodo de una persona no solo hay un pulóver, una camisa... Es esa inocencia la que me da la posibilidad de que también en mí exista la simpleza de ser un ser humano. ¿Defecto? Corro por calles interminables que no existen, me meto en la mente de los animales y pienso lo que yo quiero que ellos piensen. Sueño lo que quiero y cuando quiero, y si veo que ese sueño se está pudriendo, lo cambio, lo termino o simplemente lo olvido. Sos loco. ¿Y? Pensá en algo que te haga crecer, en algo que te ayude el día de mañana a vivir. ¿Mi libertad mental no es importante? No te da de comer. Yo me alimento con la vida, pensando, soñando, hablando, volando... ¡De un hondazo te van a bajar! Va a ser el día en que yo ya no tenga nada que hacer dentro de este cuerpo. Ese día voy a morir por dentro. Seguiré siendo el mismo por fuera, el mismo rostro, los mismos ojos —distinta la mirada—, el mismo tamaño. Pero por dentro voy a estar muerto. Alguien me reemplazará, seguro. Pero... ¿el de antes? Lejos, muy lejos voy a estar, me quedaré atrás, en el tiempo, y algún alma desdichada me reemplazará. Cuando ese hondazo me derribe, mi inocencia ya no estará conmigo.