lunes, 31 de mayo de 2010


"Nos vamos a morir de todas maneras.
Nos juguemos o no nos juguemos:
el problema, en todo caso,
no consiste en morirse joven,
sino en haber vivido al pedo".

Francisco “Paco” Urondo
(Santa Fe, 1930/1976)

sábado, 29 de mayo de 2010

ARCO IRIS: Sudamérica o el regreso a la aurora

Algo se está gestando / lo siento al respirar / es como una voz nueva / que en mí comienza hablar. // De pronto en el planeta / va quedando un lugar / donde los hombres podrán / seguir creciendo en paz. // Con su selva y su pampa / y su cordillera / un nuevo continente / pronto va a despertar. // Quizás los nuevos Incas / Quizás la nueva luz / La hora prometida / pronto va comenzar.
¡Sudamérica, Sudamérica!/ Sudamérica, Sudamérica!
Algo se está gestando / lo siento al respirar / es como un viento nuevo / que nos reunirá. // Sin personalidades / Sin armas ni color / Es como un sentimiento / Es como un nuevo Sol. // Con su selva y su pampa / y su cordillera / un nuevo continente / pronto va a despertar. // Quizás los nuevos Incas / Quizás la nueva luz / La hora prometida / pronto va comenzar.
¡Sudamérica, Sudamérica! / ¡Sudamérica, Sudamérica!
(de "Arco Iris" - 1972 - Autor: Gustavo Santaolalla)
Ara Tokatlián: vientos
Guillermo Bordarampé: bajo
Gustavo Santaolalla: guitarra y voz
Horacio Gianello: batería y percusión

jueves, 20 de mayo de 2010

SOCIEDAD COLONIAL


"Manifestación"
(Antonio Berni - Argentina, 1905/1981)
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Ocurrió un día cualquiera del año 2009. Mientras ayudaba a estudiar a Pedro Ciencias Sociales de 4º grado y leía cómo estaba compuesta la sociedad colonial santafesina en el siglo XVI, en forma jerárquica y desigual, vinieron a mi memoria voces muy cercanas, escuchadas en pleno siglo XXI.
Pedro debía aprender que la población blanca de aquella época formada por los españoles y sus descendientes (los criollos) ocupaba una posición privilegiada. Se consideraban superiores por el color de su piel, por su riqueza y sus costumbres. Eran los blancos ricos, dedicados al comercio o propietarios de grandes estancias, un grupo muy pequeño de familias emparentadas entre sí. Se llamaban a sí mismos “la gente decente”.
Que los mestizos (mezcla de indígenas y españoles) eran vendedores ambulantes. Los indígenas —los verdaderos dueños de la tierra— fueron los más perjudicados por la llegada de los conquistadores, que los dominaron por la fuerza ya que poseían armas de fuego y caballos, desconocidos en estas tierras.
Que en el último estrato social estaban los mulatos y negros, que eran considerados, o mejor dicho, no eran considerados seres dignos. Eran esclavos que la clase dominante podía comprar y vender a su gusto.
Mientras Pedro leía yo pensaba en la gente que por estos días tenían que hacer interminables colas para poder gestionar un subsidio nacional. Y en mis oídos resonaron palabras dichas en pleno siglo XXI que bien podrían haber sido dichas en la época colonial.
“Hay que ver la mugre que dejan en la vereda cuando se van y hay que limpiar todo…”, murmuró una mujer indignada.
“Son negros que nunca laburaron ni lo van a hacer mientras sigan dando subsidios y casas gratis”, aseveró un cincuentón muy bien vestido mientras miraba la larga cola desde la vereda de enfrente.
“¡Hay un olor a jaula!”, dijo despectivamente una profesional del Derecho luego de pasar por al lado de la larga cola y mientras ingresaba al edificio de los Tribunales.
“Griten `¡A trabajar!` y van a ver cómo salen todos corriendo y no hay más colas”, comentó un funcionario público mientras se aflojaba la corbata que lo ahorcaba.
“¡Que agarren la pala!”, sugirió despectivamente alguien que nunca la había agarrado en su vida y sin embargo tuvo mejor suerte que cualquiera de los que hacían la cola.
“Es una vergüenza”, se quejó un joven de veinte pero con mente de ochenta mientras abría sus brazos nerviosamente, sin pensar que no eran ellos los culpables de esa situación.
“Esto no da para más, tiene que explotar de alguna manera”, sentenció un gorila nostálgico de vida contemplativa y cómoda, mientras deseaba que una mano dura se hiciera cargo de la situación.
Pedro siguió leyendo: “Era difícil que la clase acomodada se relacionara con los blancos más pobres y más raro aun que lo hicieran con los mestizos, mulatos, indios o negros”. Detuvo la lectura, pensó y me planteó: “Si los españoles, los blancos, no se relacionaban con los indígenas y negros, ¿de dónde salieron los mestizos y los mulatos?”.
Intenté una explicación acorde a un niño de nueve años y no pareció entender.
Es evidente que el pensamiento de la "gente decente" del siglo XVI cinco siglos después sigue vigente, y que los que por entonces eran el último eslabón de la sociedad, todavía lo siguen siendo.

miércoles, 12 de mayo de 2010

GELMAN, Juan: El animal

¿Qué miran?
(Argentina, 1944)
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Cohabito con un oscuro animal. Todo lo que hago de día, él de noche me lo come. Lo que hago de noche, me lo come de día. Lo único que no me come es la memoria. Se encarniza en hacerme recordar hasta el más chico de mis errores y mis miedos.
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No lo dejo dormir.
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Soy su oscuro animal.

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(Argentina, 1930)

martes, 4 de mayo de 2010

TANGO


"La habitación de Vincent en Arlés"
.No estás.
Te busco y ya no estás.
Qué largas son las horas
Ahora que no estás...



Escucho atentamente a Julio Sosa y relaciono su canto con mi propia realidad. Camino lentamente por las calles desiertas y ardientes de una ciudad vacía. Manos en los bolsillos y auriculares colocados. Siento la tristeza en el alma y miro sin ver a mi alrededor. El sentimiento melancólico y triste de la letra del tango me hace identificar con su música, con su poesía, con su esencia. En mi mente ahora hay un recuerdo que no me deja tranquilo. Mi obligada siesta en esta calurosa ciudad ya no es necesaria. O sí. Pero es imposible. El ventilador no pudo alejar las ausencias del alma y busqué alivio en el exterior. Mis ojos inmensamente abiertos miran sin ver la quietud y la soledad de la ciudad. Intento no pensar. Porque me siento incompleto, porque veo todo gris y no puedo dejar de contar las horas cada vez más largas. Necesito recobrar lo perdido. Necesito cambiar el color de mi rostro, de mi alma. Necesito no perder más vida llorando recuerdos, ausencias, soledades. Necesito volver a hacer de la felicidad una realidad. 
Estoy solo y nadie me mira. ¿A quién le importa hoy mi situación? Las calles están tristes. Julio Sosa no termina de llorar penas. A pesar del sol, todo está oscuro en mi mente y apenas puedo pensar coherentemente. El tiempo no pasa y vivo eternamente este presente insoportable, el único día, el de la soledad. ¿Quién me dice dónde está ella? Una eternidad sin verla, siglos sin escuchar su voz, ni una sola carta diciéndome aquí estoy. ¿Qué hace? ¿Qué piensa? Ni siquiera se imagina que la estoy evocando, que hoy, con mis ojos que no quieren ni pueden cerrarse definitivamente, la pienso y la recuerdo con su sonrisa sincera. Pero los recuerdos no hablan, no escuchan... 
¿Quién al verme se dará cuenta de lo que siento en mi amarga soledad? ¿A quién le importa la vida del otro? Si yo muriera en este instante, seguramente jamás se enteraría de lo que siento. Ella nunca sabría lo que yo pienso y sufro. Jamás se enteraría de cuánto la quise. Si muriera ahora, nadie, absolutamente nadie, podría decirle que yo estaba loco por ella. Ahora me siento observado por todos. Mi caminar cansino debe provocar pensamientos varios. Dirán que no tengo apuro, que no estoy haciendo nada, que estoy perdiendo el tiempo sin hacer algo productivo. Y es cierto. Camino y me evado todo el día en los mundos posibles e imposibles de mi mente. ¿Qué otra cosa hacer para no pensar en ella, en mi soledad? 
¿Por qué te fuiste dejándome solo en esta ciudad triste y solitaria? Caminar bajo este cielo ya no tiene sentido. Mis ojos ya no ven otra cosa más que tu cara y tu cuerpo en todas partes. ¿Dónde encontrarte? Me canso de golpear en la puerta de tu departamento y nadie me contesta... 
No está... Ya no me escucha, ya no me mira, ya no me siente. Sencillamente, no está. Y deambulo por las calles del mundo buscándola. Si ella me viera escribir esto... Si ella me viera llorar su ausencia...

lunes, 3 de mayo de 2010

GALEANO, Eduardo: Mapa del tiempo

"Consolation"

Hace unos cuatro mil quinientos millones de años, año más, año menos, una estrella enana escupió un planeta, que actualmente responde al nombre de Tierra.
Hace unos cuatro mil doscientos millones de años, la primera célula bebió el caldo del mar, y le gustó, y se duplicó para tener a quien convidar el trago.
Hace unos cuatro millones y pico de años, la mujer y el hombre, casi monos todavía, se alzaron sobre sus patas y se abrazaron, y por primera vez tuvieron la alegría y el pánico de verse, cara a cara, mientras estaban en eso.
Hace unos cuatrocientos cincuenta mil años, la mujer y el hombre frotaron dos piedras y encendieron el primer fuego, que los ayudó a pelear contra el miedo y el frío.
Hace unos trescientos mil años, la mujer y el hombre se dijeron las primeras palabras, y creyeron que podían entenderse.
Y en eso estamos, todavía: queriendo ser dos, muertos de miedo, muertos de frío, buscando palabras.