miércoles, 11 de abril de 2012

4 - DESTINO Y COMPRENSIÓN



Hijas, esposas, hermanas,

cuantas quieren a un varón

díganles que esa prisión

es un infierno temido

donde no se oye más ruido

que el latir del corazón.

Martín Fierro


El tren había llegado hacía quince minutos y ya estaban todos bien formados en el andén. Habían estado un mes en el Centro de Incorporación de conscriptos de Infantería de Marina, el llamado infierno verde, un sinfín de campo dedicado a la instrucción inicial de los conscriptos. Después de eso ya sabían lo que les esperaba durante los otros trece meses. El síntoma más grave era la soledad. Estaban lejos de su familia, de sus amigos y apenas se conocían entre ellos. Él se sentía mal entre saltos, corridas y gritos. Él, que antes de dar un paso siempre se tomaba su tiempo para meditar para qué lo iba a dar, ahora corría y hacía mil cosas a la vez, en pocos segundos. De nada servía pensar... Acá, ahora estoy acá, y me encuentro solo. Acá estoy aprendiendo a esperar, esperar pacientemente; y me gusta esperar porque sé que algún día voy a salir, le escribía en una carta a un amigo.

Habían llegado a la Base Naval Puerto Belgrano pero ese no era su destino. Lo habían destinado a la Base de Infantería de Marina Baterías, unos cuantos kilómetros más adelante. Cuando llegaron, el lugar no le disgustó. Era una pequeña ciudad bien arreglada y con muchos árboles. Pero no se veía otra gente que la que ya estaba cansado de ver: conscriptos y militares. Pronto se dio cuenta de que esa pequeña ciudad bien arregladita a la que había llegado no era otra cosa que un infierno más al que había descendido vestido de verde camuflado.

Al llegar a la Base se encontraron con otro grupo de conscriptos, pero estos ya estaban vestidos con ropa de gente normal. Ellos llegaban serios, cansados y con miedo a un lugar en el que ni sabían quién mandaba. Los otros se iban, habían cumplido ya con sus catorce meses y la alegría les brotada de sus gestos. Se escucharon risas, burlas y un coro que no entendían: cola-cola-cola. Los recién llegados sintieron bronca y envidia a la vez. Bronca por esas burlas absurdas que les hacían los que se iban, que seguramente también habían sido burlados cuando recién llegaron a ese lugar, y no se daban cuenta de que mientras ellos pasaron catorce meses ahí adentro, sufriendo, llorando, quizás muchos eran sobrevivientes de Malvinas, los que recién llegaban habían estado tranquilamente en sus casas. Pero esa actitud es muy comprensible cuando una persona vuelve a sentirse libre luego de pasar un tiempo oprimida sin poder defenderse. Se necesita descargar tensiones después de un tiempo en que solamente los nervios se acumulan al cuerpo. Actitud comprensible... Cualquier actitud o cosa es comprensible ahí adentro, donde nada se comprende.