martes, 4 de mayo de 2010

TANGO


"La habitación de Vincent en Arlés"
.No estás.
Te busco y ya no estás.
Qué largas son las horas
Ahora que no estás...



Escucho atentamente a Julio Sosa y relaciono su canto con mi propia realidad. Camino lentamente por las calles desiertas y ardientes de una ciudad vacía. Manos en los bolsillos y auriculares colocados. Siento la tristeza en el alma y miro sin ver a mi alrededor. El sentimiento melancólico y triste de la letra del tango me hace identificar con su música, con su poesía, con su esencia. En mi mente ahora hay un recuerdo que no me deja tranquilo. Mi obligada siesta en esta calurosa ciudad ya no es necesaria. O sí. Pero es imposible. El ventilador no pudo alejar las ausencias del alma y busqué alivio en el exterior. Mis ojos inmensamente abiertos miran sin ver la quietud y la soledad de la ciudad. Intento no pensar. Porque me siento incompleto, porque veo todo gris y no puedo dejar de contar las horas cada vez más largas. Necesito recobrar lo perdido. Necesito cambiar el color de mi rostro, de mi alma. Necesito no perder más vida llorando recuerdos, ausencias, soledades. Necesito volver a hacer de la felicidad una realidad. 
Estoy solo y nadie me mira. ¿A quién le importa hoy mi situación? Las calles están tristes. Julio Sosa no termina de llorar penas. A pesar del sol, todo está oscuro en mi mente y apenas puedo pensar coherentemente. El tiempo no pasa y vivo eternamente este presente insoportable, el único día, el de la soledad. ¿Quién me dice dónde está ella? Una eternidad sin verla, siglos sin escuchar su voz, ni una sola carta diciéndome aquí estoy. ¿Qué hace? ¿Qué piensa? Ni siquiera se imagina que la estoy evocando, que hoy, con mis ojos que no quieren ni pueden cerrarse definitivamente, la pienso y la recuerdo con su sonrisa sincera. Pero los recuerdos no hablan, no escuchan... 
¿Quién al verme se dará cuenta de lo que siento en mi amarga soledad? ¿A quién le importa la vida del otro? Si yo muriera en este instante, seguramente jamás se enteraría de lo que siento. Ella nunca sabría lo que yo pienso y sufro. Jamás se enteraría de cuánto la quise. Si muriera ahora, nadie, absolutamente nadie, podría decirle que yo estaba loco por ella. Ahora me siento observado por todos. Mi caminar cansino debe provocar pensamientos varios. Dirán que no tengo apuro, que no estoy haciendo nada, que estoy perdiendo el tiempo sin hacer algo productivo. Y es cierto. Camino y me evado todo el día en los mundos posibles e imposibles de mi mente. ¿Qué otra cosa hacer para no pensar en ella, en mi soledad? 
¿Por qué te fuiste dejándome solo en esta ciudad triste y solitaria? Caminar bajo este cielo ya no tiene sentido. Mis ojos ya no ven otra cosa más que tu cara y tu cuerpo en todas partes. ¿Dónde encontrarte? Me canso de golpear en la puerta de tu departamento y nadie me contesta... 
No está... Ya no me escucha, ya no me mira, ya no me siente. Sencillamente, no está. Y deambulo por las calles del mundo buscándola. Si ella me viera escribir esto... Si ella me viera llorar su ausencia...

4 comentarios:

  1. Una prosa muy triste y muy desesperada. No funciona la música, pero encontré ese tango entre mis cosas y lo escuché mientras tanto. Él y estas palabras se hacen linda compañía. Linda y nostálgica, como la esencia del tanto, como esa melancolía que fluye entre sus versos y tu texto.

    Cariños!

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  2. Tenés razón. No funcionaba la música. Ahora creo que lo arreglé. Un beso

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  3. Hola, perdón por escribirte por este medio, somos una red de librerías de usados www.buscaslibros.com y estamos recopilando información sobre blogs literarios para publicarlos en nuestra página. Ya hemos registrado tu blog para compartirlo con nuestros usuarios dentro de poco. Saludos y si buscas libros agotados, raros, etc, te esperamos por allá!

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  4. Las ausencias son espantosas. A veces creo que hay personas que aparecen y desaparecen, para complicarnos la vida.

    Se también que en la ausencia la necesidad se agudiza, se hace obsesión.

    Quizás a vos, a mí y a muchas almas perdidas, nos sirva pensar que también nosotros somos añorados por otros que no recordamos, que olvidamos, que no quisimos lo suficiente.

    Pero en el letargo de los días inescrupulosamente aciagos, nos tenemos a nosotros mismos, por suerte...aunque sea a nosotros mismos.

    Te beso y te abrazo, siendo para mí muy bueno encontrarte.

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